Promesa cap 3 (Dr. Stark)
—Oye Stark, ¿qué le hiciste al nuevo? –Preguntó
el Dr. Strange, Stephen Strange, en medio de realizar una cirugía a un señor de
avanzada edad. Era temprano por la mañana, el leve sudor que tenía en su frente
no le incomodaba tanto debido al frío habitual que reinaba en su ambiente de
trabajo. Desde temprana edad, Stephen desprendió un timbre natural en su voz
que no dejaba espacio a las dudas, era naturalmente dominante. Cuando hablaba,
proyectaba tal autoridad en su voz que no dejaba espacio a titubeos ni
retrasos.
Su compañero de turno, el renombrado Dr. Stark (“Tony”, para
sus amigos), le otorgó una mirada curiosa antes de pasarle un par de pinzas y
así empezar a descoser el tejido del paciente. Se quedó sin responder por un
momento, aunque el sonido del jazz que reproducía la corneta de su iPod era
armónico y lograba disminuir la ansiedad del momento. Stephen tenía esa
habilidad de convertir todo interrogatorio en una charla casual, así había sido
desde que se conocieron, hace más de dos décadas atrás en la universidad.
Sin embargo…
—No tengo idea de lo que hablas. –Respondió, con
cierto desinterés. Si bien aunque sabía que su mejor amigo siempre iba a estar
ahí para él, en ocasiones encontraba un poco molesto llegar al punto en el que
tuviera que cuidar sus pasos sólo porque su jodido amigo era bastante agudo en
cuánto a percepción. Y Tony, que había cumplido sus 45 años hace poco, divorciado
pero entregado en compromiso a su trabajo, tan sólo se dejó llevar por la
debilidad y sucumbió ante el espécimen de belleza más atractivo que jamás había
visto.
Y pensar que el chico
sólo tenía 19 años…
Stephen, probablemente conociendo el rumbo de sus
pensamientos, le enarcó la ceja.
Tony frunció el ceño, sintiéndose repentinamente observado.
Ya sabía que era guapo, pero este tipo de mirada era distinta a la usual.
—Ya sé lo que vas a decir y…
—Oh, no te estoy juzgando –atajó Stephen con rapidez, devolviendo su
mirada al delicado hígado que se veía sumamente maltratado. –Básicamente, no me
interesa lo que hagas, eres consciente de eso. Sólo no me distraigas al chico
más de la cuenta, realmente es molesto que no me preste mucha atención cuando
le estoy explicando algo, es un pasante apenas, Tony. ¿No podías buscar a
alguien más? Compórtate.
Ante esto, Tony parecía como un gato que recibía una
reprimenda y sus pelos se erizaran en respuesta, aunque al cabo de un momento sus
hombros se relajaron, para luego burlarse de manera abierta ante el tonito
indignado de Stephen.
—Me encanta cuando te pones celoso, es divertido.
Pero no te preocupes, yo solo tengo ojos para ti, Stephie… —Susurró el Dr. Stark, con una
expresión que parecía ser coqueta.
Strange resopló en respuesta y miró por un momento el reloj.
Frunció el ceño al mirar otra vez a su paciente y el sonido de pasos de las
enfermeras a su espalda le recordaba que el tiempo apremiaba, se le estaba
haciendo tarde para otra cirugía.
—Pásame la aguja hipodérmica y la epinefrina.
Ah, y otra cosa: deja de hablar tanto, idiota.
**
Se mordió el
labio enseguida cuando le vio pasar, aferrando sus libros e informes con fuerza
en su pecho. Dios mío, el Dr. Stark estaba buenísimo, ni el vino parecía
hacerle tanta justicia a ese hombre que exudaba confianza y virilidad. Todo de
él, le encantaba. Desde su porte, su manera de caminar tan pretenciosa y
confiada, su increíble sentido del humor y su sarcasmo que era parte de su
manera habitual para comunicarse.
Tal vez esto podía seguir manteniéndose como un secreto para
muchos, pero Peter Parker constantemente se repetía en su cabeza que el único
motivo que le impulsó a estudiar la carrera de Medicina, fue para no sólo
salvar vidas de los más necesitados, sino para también poder respirar el mismo
aire del doctor que le había salvado la vida cuando era un niño, se había caído
de su patineta y la lesión fue tan fuerte, que Peter había creído que jamás iba
a volver a caminar de nuevo. Pero recuerda de manera vívida como el Señor Stark
estuvo monitoreando cada progreso de él, Peter recuerda las palabras amables y
el tacto cálido que tuvo más de una vez encima de su mano. Tal vez el Dr. Stark
solo estaba siendo amable con su paciente en aquél momento, pero… para Peter,
aquél simple gesto lo significó todo en
el mundo. En su mundo.
Y fue a raíz de ello, que cuando sus piernas estuvieron en
mejores condiciones, y ya tenía la absoluta libertad de irse, realmente ya no podía.
O mejor dicho, no quería. Por lo
tanto, aunque al principio comenzó como una meta cegada por la emoción del
enamoramiento, a medida que crecía, Peter comenzó a tomárselo con más seriedad.
A pesar de haber tenido una vida de mierda en la secundaria, con mucho esfuerzo
y determinación logró salir adelante y comenzó a realizar cursos básicos de
medicina, mientras se inscribía con tiempo a la universidad. Se había quemado
las pestañas estudiando para poder ganar esa beca, y así liberar un poquito a
su tía querida para que no se endeudara pagando la universidad, no quería
dejarle también esa carga. Ya bastante le había mantenido May desde que era
pequeño como para que encima tuviera esta nueva carga, que debería ser sólo de
Peter y de nadie más.
Peter se había enfrascado tanto en su carrera que ya cuando se
dio cuenta, comenzaron los cursos prácticos, aquellos en donde tenían que
aprender de primera mano toda la teoría que habían leído en libros. Sus compañeros
y él fueron asignados a distintas clínicas renombradas en el país, cuanto antes
aprendieran el ritmo de vida que manejarían en su trabajo, la impasibilidad
ante ver mucha sangre derramada en exceso, y a pensar de manera objetiva
siempre al estar con pacientes, con personas reales y no maniquíes de práctica, mucho mejor. Peter tenía que
aprovechar estos seis meses de prueba, si lo hacía bien podía quedarse como
enfermero fijo y su salario sería respetable. En la carrera de medicina, uno
nunca dejaba de estar informado, nunca se dejaban los estudios de lado, desde
temprana edad se dio cuenta de que si quería involucrarse en este estilo de
vida, pues tendría que hacer sacrificios. Y Peter estaba más que dispuesto a
ello siempre y cuando la vida le otorgara una única cosa.
—Dr.
Stark…
Se vio apresado entre los brazos de aquél hombre, y su
perfume de marca le recorrió las fosas nasales. Resultaba increíble, la
complicidad y la familiaridad que tuvieron, cuando ambos se volvieron a
encontrar, después de tanto tiempo. Después de tantos años. Tony siempre había
tenido una memoria envidiable, no como la memoria fotográfica de Stephen, de la
cual el cabrón se regodeaba en ello cada vez que podía, pero sí era una memoria
fuera del rango promedio y aceptable. Desde luego, aunque Tony era malísimo
para recordar nombres, lo equilibraba un poco con su habilidad de recordar rostros.
Y el rostro de Peter, tan lleno de admiración e inocencia, ese rostro se grabó tanto en su
retina, ese rostro recorrió gran parte de sus vívidas fantasías, que sin duda jamás
lo olvidaría.
Fue tanta la sorpresa que ambos tuvieron en su reencuentro,
que Tony no dudó en ofrecerle un recorrido especial al hospital. Porque vamos,
el chico necesitaba instalarse. Necesitaba conocer el área de trabajo, las
salas y recorrerlo bien… recorrer bien el hospital, sí…
Ahora, ¿quién fue el primero en acercarse más de la cuenta e
iniciar el primer beso? No lo sabían. Y como diría su fiel amigo Steph, tampoco
es que le interesara saberlo. Tony simplemente abandonó todo raciocinio al
momento de tocar esa suave piel y esos músculos marcados en sus brazos, los
sonidos que soltaba el chico, lleno de repentino éxtasis, le hacían perder el
control como nunca antes nadie lo había hecho. Y en su tiempo de descanso, Tony
bebió de sus labios y mordió su expuesto y bien dispuesto cuello, dejándole sus
marcas.
—Sí, Dr.
Stark…
En otra época, Tony tal vez se hubiera espantado un poco por
cómo iba el rumbo de las cosas. Demasiado rápido, quizás, demasiado directo lo
que estaba haciendo para poder estar con alguien. Pero este chico tímido,
aunque con carácter determinado estaba caminando a pasos agigantados hacia el
único órgano en su cuerpo que no había sido alcanzado por otra persona en lo
que llevaba de vida: su corazón.
Tony Stark quería darle el mundo a este chico, a este joven
pasante, que aunque comenzó siendo otro compañero más de trabajo en su vida, fueron
los detalles frecuentes que le hicieron perder la cabeza por él. La manera en
la que siempre le miraba, en la que siempre le sostenía una taza de café
caliente cada vez que lo necesitaba, la manera en como parecía querer saber sus
necesidades y pensamientos de primera mano. Todo de él comenzó a serle
atrayente, nada mal para la vista y definitivamente era un buen cambio de aires
poder contar con alguien que sí parecía valorar sus chistes y respetaba su
manera de pensar.
El rumbo de sus frenéticos pensamientos era el reflejo
corporal de sus manos, que recorrían sin parar el cuerpo del chico, apretándole
con deseo su trasero, restregando su miembro apresado bajo la tela, frotándose
contra ese llamativo cuerpo. Peter soltó un gemido de deseo y arqueó su
espalda, dispuesto a dejarse hacer por el único hombre por el que quería ser
tocado. De él y no de nadie más.
El Dr. Stark, con su oscura mirada barrió nuevamente su
cuerpo y con su mano sujetó la barbilla del más joven, reinaba una imperiosa
necesidad y anhelo de besarlo.
Y Peter, pareció entenderlo porque incluso aun en medio del
deseo, pudo ser capaz de sonreír.
Se acercó un poco más a él, Peter abrió sus labios y le
dijo, a modo de confidencia:
—Tony…
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