Sinopsis: Sentía que podían pasarse toda una vida así. Ya fuese en silencio, entre risas, queriendo protegerse de manera mutua… el poder estar juntos era lo que realmente importaba, sin importar del qué dirán o sus consecuencias. [Para la Starker Week en Tumblr, 2018]
DISCLAIMER:Spider-Man: Homecoming, Iron Man y The Avengers no son de mi propiedad. Los derechos van derechito para Stan Lee.
*Prompt: Citas de café
Cap 3: Yo lo conocí en Starbucks
Se había quedado tan tarde revisando en su teléfono algunas ofertas y sitios de trabajo, que no supo cuando se quedó dormido y por ende, olvidó colocar la alarma de su teléfono.
Y ahora se había levantado tarde. El reloj marcaba las 9:25am, su trabajo empezaba a las 7:00am.
Peter Parker, de dieciséis años de edad, llevó ambas manos a su rostro, cubriéndolo. Sentía como la ansiedad subía por todo su cuerpo y se instalaba en su pecho, era una sensación desagradable y muy pesada. Era tarde, jodidamente tarde, la preocupación le inundaba al saberse amonestado, humillado públicamente o (peor que eso), despedido por su irritante jefe.
Y Peter estaba necesitado de dinero, apenas llevaba dos meses en su nuevo y pequeño apartamento. May le ayudó a encontrarlo, a firmar los papeles de propiedad, le había ayudado a buscar un sitio cercano para que no se le complicara ir y venir a la universidad, y éste pequeño y humilde apartamento en Nueva York para él era más que perfecto. La renta no era tan desorbitante como había imaginado, pero requerirías varias horas de trabajo a la semana para mantenerlo.
Y entre el estudio de su carrera y el trabajo, el tiempo actual de su vida no le estaba rindiendo para mucho más.
Se había graduado de la secundaria este año, y con cierto dolor se despidió de sus amigos, principalmente con Ned y MJ fue que le costó despedirse más. Pero en cierta manera, se encontraba un poco más tranquilo, al saber que ahora ellos estaban saliendo juntos. Ned había estado prendado de la chica desde hace un buen tiempo, y los chistes de MJ eran bastante buenos si uno contaba con el suficiente humor para entenderlos. Eventualmente sabía que ambos se llevarían bien. Lo último que supo Peter era que MJ quería buscar un empleo a medio tiempo antes de irse a la universidad, y que Ned quería ayudar a su padre con el negocio familiar mientras se decidía de carrera. Así que básicamente, él fue el único que debía mudarse al centro de una de las ciudades metropolitanas de su país, ya que lo que buscaba no se encontraba precisamente en el corazón de Queens.
Desde luego, May no quería dejarlo ir. Y Peter tampoco quería dejarle sola, se había acostumbrado tanto a su cuidado y compañía que no se veía a sí mismo enfrentar un mundo en donde cada vez que regresara al apartamento, tía May no se encontrara allí. Y que cada vez que saliera del trabajo, todo cansado y hambriento, ella no se encontrara para poder atenderle y prepararle la más sabrosa de las comidas, o de su batido energético y lleno de extrañas proteínas para poder subirle sus ánimos. Con todo y sus extrañas ocurrencias, Peter siempre querría a su tía, así tal y como era.
Pero ahora debía crecer. Había comenzado el camino y deseo de superarse, de poner en práctica todo lo que ella le había enseñado hasta ahora, puede que no se considerara a sí mismo el chef del universo, pero al menos no terminaba quemando las ollas ni la casa.
Se daba cuenta que ahora muchas de las cosas que había ignorado o que había dejado pasar por estar bajo el cuidado de May, poco a poco comenzaron a explotarle (no de tan buena manera), en la cara.
Bienvenido a la vida real, parecía saludarle aquella parte amarga de su ser. Ésa voz que no solía escuchar mucho ni hacer caso, pero que siempre había estado con él, acompañándole.
Una de esas cosas que Peter reparó a las primeras horas de despedirse de May y de encontrarse solo por fin en su propio apartamento, era que la renta se pagaría cada último de mes.
Hizo una cuenta rápida en su cabeza y supo que con sus ahorros, si lo restaba entre la comida enlatada, los pasajes de autobús y los tan temidos impuestos, supo con cierto malestar que si acaso eso le alcanzaría para dos semanas, y eso sería solo si compraba lo necesario.
¿Y para los libros?
¿Y si que pasaba si quería ir al cine, o salir a comprarse algunas gomitas?
¡¿Y entonces qué pasaría con la renta?!
¿Y el Netflix?
No, no, no, no. Esto no se podía quedar así, ¡tenía que buscar un trabajo!
Y entonces, Peter encendió su computadora y comenzó a buscar y buscar opciones que estuviesen acorde a sus planes. Necesitaba que fuese un trabajo a medio tiempo, que estuviese no muy lejos de donde vivía ahora y que por supuesto, se tratara de algo que él pudiera manejar.
Pero a medida que finalizaba su primera semana en Nueva York y sin haber recibido ninguna llamada o correo, alguna respuesta de los sitios para los que aplicó en algún puesto de trabajo, la desesperación en él comenzó a hacer mella, y siguió enviando su hoja de vida, esta vez en las bibliotecas, en lugares públicos, en… restaurantes y sitios de limpieza.
A las pocas horas, Peter obtuvo su primer empleo formal en McDonald´s… y no le fue muy bien. Estuvo casi tres semanas allá y sólo a pocas personas podría confiarle que aquellos días fueron los más terribles de su vida, porque resultaba cierto el rumor de la explotación y malos tratos que uno recibía allá. Cada noche que regresaba a casa, había sido siempre con un alivio en su rostro al saber que finalmente ha llegado y que podría llorar con propiedad. Lo odiaba, odiaba esta situación, el tener que llegar a estos extremos de soportar gritos y comentarios audaces de sus compañeros de trabajo y del repugnante gerente que le miraba con interés cada vez que le tocaba agacharse cuando tenía que recoger algo, cualquier cosa que sus compañeros se esforzaban a propósito de tirar al suelo.
Sí, había tenido ciertos beneficios durante el tiempo que tuvo allí, pero el trato, las humillaciones, todo eso no lo valía.
Así que una tarde de regreso, vio un anuncio en una tienda de Starbucks que necesitaban personal, alguien que se encargara de servir el café y atender a los clientes con actitud amigable. Peter se sorprendió al ver que el horario era flexible y que podría acomodarlo junto con su horario universitario, así que no lo pensó mucho. La noche que presentó su renuncia a McDonald´s había sido una de las mejores que tuvo en su corta vida, y al día siguiente se presentó con su hoja de vida en mano y su mejor sonrisa optimista.
Fue contratado enseguida.
Le midieron un uniforme usado, pero limpio. Incluía un pequeño gorrito verde que tenía que ponérselo cada vez que sirviera el café o manipulara los alimentos. Había variedad en la música y como todo Starbucks, era muy concurrido. No había ningún jefe que le mirara con lascivia y por lo general, sus compañeros de trabajo eran universitarios o jóvenes como él que tenían sus prioridades en claras y querían sólo tener paz.
Peter se sintió casi como en casa, desde luego que podía manejar esto.
No obstante, aprendió a las pocas semanas que su jefe, un hombre mayo de casi sesenta años, no podía tolerar la impuntualidad ni la falta de dedicación en el trabajo, así que Peter hacía su mayor esfuerzo por llegar incluso media hora antes de su turno, ayudando a sus compañeros a barrer y limpiar mesas, dejando bien ordenado todo para los clientes que solían tomar su café a primeras horas del día.
No se le complicó en absoluto acostumbrarse al ritmo de trabajo. Era un poco agobiante durante las primeras horas de la mañana y la tarde, por la cantidad de gente que lo frecuentaba, pero poco a poco logró establecer un ritmo que le permitiera atender a tanta gente como le fuera posible sin perder su carisma en ningún momento. Peter aprendió incluso a mejorar en la elaboración de tortas y postres, ya que observaba a una de sus compañeras, Stacy, como se esmeraba en la preparación de los mismos.
Para Peter, su rutina consistía únicamente en trabajar y seguir manteniendo el ritmo de sus buenas notas en su primer semestre sin llegar a morir en el intento, su sueldo le alcanzaba para pagar su renta, darse el lujo de suscribirse a Netflix y hasta para algunos pequeños lujos, como ése nuevo Android de última generación.
Cada día que podía, intentaba tomarse una selfie y así poder enviarla a la tía May y a sus amigos.
Todo iba bien.
Hasta que un cliente en particular comenzó a frecuentar el lugar.
Era rubio, su ropa formal hablaba de lo alto que era su estatus social, y en resumidas cuentas, era un patán. Porque cada vez que podía hacía hasta lo imposible por tratar mal a sus compañeros y así poder echarle la culpa.
Una tarde, mientras su jefe lo dejo a cargo por primera vez de la caja, vio de reojo con impotencia como Stacy había sido la única en atender a ese señor y que éste le estuviese humillando públicamente por haberle traído un café frío.
—Cuánto lo siento, señor, —se apenó ella, ruborizada de la vergüenza, —posiblemente la máquina esté mal, yo…
—Qué incompetente es usted, señorita. —Le cortó. —De haber sabido que este lugar es así, me hubiese ido a otro sitio. Llámeme a su jefe.
—Por favor, señor… —Sacudió la cabeza ella, derrotada, y Peter se sintió mal, porque sabía que no estaba pasando por una buena semana. —Mire, le serviré otro café, ¿sí? Irá por cortesía de la casa.
Pero Peter no pudo terminar de ver el intercambio de palabras entre ambos, ya que el aclaramiento de garganta de un cliente que estaba frente a él, le hizo regresar su vista a la realidad.
—Bienvenido a Starbucks, hogar del mejor café caliente y pastelitos llenos de bondad, ¿en qué le puedo servir? —Recitó, usando su propio slogan, y así poder concentrarse en esbozar la mejor de sus sonrisas y en rogar internamente que aquél cliente no haya visto lo que a pocos meses de distancia había observado él.
Vio como aquél cliente le miraba de manera curiosa. — ¿"Pastelitos llenos de bondad"? Vaya, pues creo que no he probado de esos.
Notó como sus mejillas comenzaron a ruborizarse en respuesta, normalmente sus clientes ordenaban directamente lo que querían, no a cuestionar sus palabras, a menos que estuviesen hablando de las rebajas y promociones de la tienda.
—Sí, bueno… ¿en qué le puedo servir? —Repitió, fingiendo interés en anotar unos pocos números en la caja. El cliente se inclinó un poco sobre el vidrio del mostrador. La caja registradora era lo único que tenían en medio de ellos.
—Ah, sí, hábleme del especial de hoy.
Y Peter procedió con soltura a hablarle de lo que incluía el pedido, cuáles eran los días de la promoción, su costo y lo que incluía.
Hubo un punto en donde tuvo que cortar su conversación, ya que sentía como la mirada de aquél hombre no se despegaba en ningún momento de la de él, si apenas alcanzaba a pestañear.
El hombre estaba vestido de una manera bastante agradable a la vista, con esa chaqueta holgada vinotinto y unos jeans negros. Su cabello estaba ondulado y a simple vista su cabello se veía muy suave, muy cuidado.
Peter no podía deducir cuántos años tenía ése hombre, pero a juzgar por su mirada (que estaba cubierta por unos extravagantes lentes de lectura), podía deducir que ni tan mayor era.
— ¿No sabes quién soy, cierto? —Le inquirió éste, divertido.
Peter ladeó su cabeza, su confusión estaba pintada por todo su rostro. —No, señor.
Ante esto, el hombre se carcajeó, completamente emocionado, incluso. Peter sólo pudo quedarse de pie, viendo cómo sus rulos salvajes acariciaban sus mejillas mientras se picaba de la curiosidad.
¿Acaso estaba frente a un actor, a un supermodelo famoso sin que él mismo lo supiera?
—Está bien, dame un especial. Cárgalo a mi tarjeta. —Dijo el señor, tendiéndosela, mientras le sonreía. Sus ojos no perdieron detalle en la insignia que colgaba en su pecho. —Me sentaré al otro extremo del lugar si no le molesta, joven Parker.
Peter se vio por un momento confundido, pero como buen profesional, procedió a seguir con su trabajo, aunque su mente estaba hecha un caos.
El especial de hoy constaba de un vaso grande de moccacino, alfajores orientales y una porción generosa de pie de cereza. A Peter se le hizo agua la boca especialmente con esto último, pues no podía resistirse a uno de los postres más solicitados de Starbucks. Cada vez que tenía la oportunidad y si sus deudas se lo permitían, no dudaba en comprarse un pastel entero para él solito.
Cuando su pedido estuvo listo, buscó al hombre con la mirada y lo encontró absorto en la lectura de un libro.
"Un hombre culto", pensó, mientras levantaba su marcador para poder finalizar el trabajo. Como el extraño nunca le dijo realmente su nombre, Peter se las ingenió para escribirle algo que posiblemente le hiciera reír y que iría acorde con su personalidad. Una vez listo, procedió a servir y llevar los productos… era evidente que el hombre consumiría lo que pagó aquí.
—Aquí tiene, señor. Lo que pidió. —Dijo apenas llegó a su mesa, procediendo a servir todo sin pensar mucho en la situación. Cuando depositó su café, la mano del hombre le rozó levemente sus dedos. Peter se congeló, al ver como una sonrisa cálida se extendía por sus facciones.
— ¿"You know who I am"? Me gusta tu creatividad, Parker.
—Disculpe, pero no conozco quién es usted y…
—Anthony Stark, para servirte.
Peter repitió su nombre, alargándolo, había escuchado el nombre en alguna parte, pero no sabía de dónde.
Segundos después, la revelación comenzó a tomar forma.
— ¡Oh! ¿Anthony Stark, como si fuese el mismo "Tony Stark"? ¿¡Es usted?!
—Shhh, no dejes que me descubran, niño. He tratado de evitar a los paparazzi como no tienes idea, ya ni tomar café tranquilo se puede en esta vida.
Peter se compadeció ligeramente de él. Seguía pareciéndole sorprendente la situación, y es que el Señor Stark normalmente vestía trajes de marca y atuendos extravagantes, el hombre que se encontraba frente a él, con ropa cómoda y holgada y un libro en su regazo, parecía ser casi todo lo opuesto a lo que él había visto siempre en portadas de revista, conferencias de Ted y entrevistas en la televisión.
Parecía un sujeto agradable.
— ¿A qué hora sales de turno? —Le inquirió, de improviso, cuando terminó de darle un sorbo a su café.
Y Peter no era de contestar ese tipo de preguntas con facilidad, menos frente a un extraño, pero se escuchó a sí mismo responder:
—A las seis.
—Perfecto, te espero. Hay una tienda cerca de aquí, no digo que el café de Starbucks sea malo, pero tampoco es que quisiera causarte problemas en tu trabajo.
—Disculpe, pero… yo no pienso salir a ninguna parte con usted. —Le respondió Peter, tratando en lo posible por ocultar su susto. Había tenido malas experiencias en el pasado en lo que llevaba independiente en esta ciudad, ya no era el mismo chico ingenuo de antes.
Tony Stark pareció intrigado por su respuesta.
— ¿Me estás rechazando? —Inquirió, con una sonrisa, pero en cierta manera ésta no dejaba de ser presuntuosa.
—Así es. —Contestó campante. —Disfrute del pedido, señor Stark. —Respondió Peter con respeto, alejándose de inmediato.
Pensó que con eso daba por zanjado el asunto, que el repentino interés hacia él cesaría.
Sin embargo, no contó con que a partir de aquella tarde, el señor Stark frecuentara diariamente la tienda, sentándose en el mismo lugar de siempre, esperando por Peter, para que éste le atendiera.
Era una situación en la que él a veces no tenía ninguna escapatoria, e incluso le pedía el favor a algunos de sus compañeros para que no tuviera que salir él.
No es que se sintiera muy incómodo con el señor Stark, era simplemente que… no le entendía, no sabía que estaba buscando con todo esto.
Peter no le conocía de nada pero su curiosidad a veces podía ganarle y más de una vez se imaginó una película en su mente sobre qué pasaría si aceptara un café con el señor Stark.
—Me parece que ése señor está buscando algo tuyo, Peet. Eso está claro, se nota en su manera de verte. —Le susurró Stacy, coqueta, alegre que un hombre apuesto y educado tuviera interés en su amigo.
Peter mostró una sonrisa genuina y a la mañana siguiente, cuando fue a llevarle su café, por primera vez, miró a su alrededor y al ver que su jefe no estaba y había muy pocas personas que le prestaran atención, tomó asiento frente a él.
—No sé si aquella oferta siga en pie, pero cuando salga del trabajo, puedo aceptar su invitación al café.
Ante esto, Tony despegó la vista del libro y lo dejó en la mesa. Vio como las manos de Peter estaban apoyadas en la mesa y quiso acercar las suyas hasta él, pero no quería asustar al chico de sonrisa amable y noble que a simple vista había estado observando durante mucho tiempo.
No pudo evitar sonreírle coquetamente en respuesta y con voz misteriosa, le contestó: —Muy bien, joven Parker, no te arrepentirás.
Peter sólo roló ojos por su reacción, disfrutando del momento.
Tony comenzó a compartirle que se había tomado unos días de vacaciones, lejos de su trabajo para poder despejar la mente.
Peter dudó al principio, pero terminó contándole a Tony cosas como sus motivos al vivir ahora en esta ciudad, el esfuerzo que hacía para poder seguir estudiando sin trasnocharse tanto y lo mucho que le estaba costando mantener esta nueva vida independiente.
Se sintió un poco tonto contándole los detalles, pero Tony no dejaba de carcajearse con sus ocurrencias y cuando rozó su mano de manera cálida sobre la suya, Peter no quiso apartarla.
Aquella misma tarde, cuando salieron juntos para tomar el café, luego de comer una buena porción de pie de cerezas, y de horas y horas de hablar sobre ellos, se quedaron por un momento en silencio, sin dejar de mirarse. Antes de pedir la cuenta, y estando ahora más en confianza, cuando Tony le susurró de manera repentina lo adorable que él era, Peter no pensó mucho al momento de lanzarse a sus brazos, correspondiendo sin poderlo evitar a su beso.
Las manos de Tony eran gentiles y fuertes, y Peter pudo pasar finalmente sus manos por aquél cabello salvaje y revuelto que había visto desde aquella primera vez.
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