martes, 9 de junio de 2020

Prólogo: Despertar

Besos de Sangre

Sinopsis: Se encontraba completamente perdido en esta nueva realidad. Un alma desolada con una creciente necesidad, en búsqueda de alguien en quién pudiera confiar, en quién pudiera entregarse al vacío incluso estando con sus ojos cerrados. Por desgracia o fortuna, ése alguien estaba más cerca de lo que en realidad aparentaba. [Vampire!AU, Young!Tony, Slash]
Disclaimer: Spider-Man:HomecomingIron Man y The Avengers no son de mi propiedad. Los derechos van derechito para Stan Lee, gracias. Yo sólo me divierto imaginando cosas gays y hermosas de mis ships.
ADVERTENCIAS: Starker. Por lo que el Slash en mis historias, está 100% asegurado ;P Universo Alterno, Creature!Fic. Young!Tony.

Notas de Sthefy: Hola, este es el primer AU Starker que estoy escribiendo, de hecho... es el primer AU de Vampiros que escribo, así que ando muy emocionada y no lo niego, un poco nerviosa también, je.
En fin, espero que le den una oportunidad. Principalmente esta idea tomó forma apenas vi el fanart que pueden apreciar en mi portada, imaginándome las posibilidades (L)

I.
Oscuridad.
En su mente todo era un abismo de completa oscuridad e incertidumbre. No lograba ubicarse a sí mismo, la respiración le fallaba y bastante trabajo le costaba identificar su propio tiempo y espacio, su realidad. Sentía como si se estuviese muriendo por dentro, había instantes en donde cada extremidad comenzaba a fallarle y una profunda necesidad de vomitar más de una vez se le había cruzado por su mente, luego de haber expulsado una cantidad alarmante de sangre y fluidos corporales lejos de su cuerpo, alarmándole, paralizándole.
Diversas emociones desfilaron por el sudoroso rostro de Peter Parker, un joven de dieciséis años que cursaba ya su último año de educación secundaria. Un joven huérfano desde sus primeros y tiernos 6 años edad, nacido del fruto de un amor intenso, leal, cargado de promesas. Por mucho que intentara negarlo, gracias al legado de su familia, gracias a como él ha sido desde que podía recordar, su futuro estaba marcado de interesantes promesas.
No obstante, ¿qué pasaría si su proceso y las altas probabilidades de éxito se detuvieran en el instante en que él mismo dejara de ser... de ser él?
Un intenso estremecimiento recorrió su cuerpo, y sólo pudo responder con un grito ahogado, llegando de esa manera a que abriera finalmente sus ojos por completo, topándose con más oscuridad. Oscuridad que a medias logró tranquilizarle una vez supo finalmente en donde se encontraba. Peter abrió sus labios, tratando de controlar sus respiraciones, sus temblores, sentía a sus sentidos embotarse; un fuerte pitido comenzaba a chirriar de manera seria en su mente, quebrando sus nervios. Sentía también sus manos adormiladas y por ende, trató de mover sus dedos lentamente, como si de un pianista se tratara, ensayando fugazmente para otra más de sus presentaciones.
Sus ojos revolotearon por toda la habitación, sintiéndose seguro al encontrarse en su recámara, desordenada, así tal cual como la había dejado esta misma mañana, tranquilizándose por el hecho de que aparentemente, ninguna cosa estaba fuera de su lugar. Perfecto, se dijo a sí mismo, al menos había un orden concreto en algo a comparación de todo el desastre que en su mente le acusaba de manera vívida.
Recuerdos de triunfo, pero también de dolorosos fracasos. Recuerdos de las personas valiosas que le rodeaban, pero también de todos aquellos a quienes por obra del destino o gracias a él mismo, ya no estaban a su lado. Pues los había perdido. Sí, Peter tenía la inexplicable tendencia de perder a quiénes más amaba, a cada uno de ellos, sin excepción.
Demonios, si de por sí los únicos parientes que vivos que tenía eran sus tíos...
Al ser consciente por enésima vez de esta realidad, no comprendió el motivo por el cual esta vez las lágrimas le visitaban. Una intensa necesidad de desahogo y de romper todo cuánto estuviera a su paso, le asustó profundamente. Sus manos le temblaban, y aun estando recostado de lado en su cama, abrazando sus piernas en búsqueda de un inexplicable consuelo, se sintió más solo que nunca. Su mente no dejaba de atormentarle con la posibilidad de que en cualquier momento todos, en su escuela, en su comunidad, llegaran a olvidarle, a pasar de él, a terminar de ignorar por completo su existencia.
Ante esto, movió su cabeza a un lado, de manera brusca. Notando como la luz de luna era la única compañera que en estos momentos presenciaba. Era el único resquicio de iluminación que visitaba su ventana, completamente abierta, pudiendo ver como una ráfaga de viento helado impulsaba un poco a que sus cortinas danzaran, y Peter afianzó el agarre de sus piernas, llegando al punto de lastimarse a sí mismo por su causa.
Voluntariamente, dejó de pensar, de ser consciente. Permitió a su imaginación volar, perdiéndose entre el infinito mundo de posibilidades que había representado cada acción que había ocurrido en el ayer, en el pasado.
Vagamente escuchó algunos toques insistentes en su puerta: era tía May, llamándole a comer. Pero Peter no dijo ni una palabra, no tenía hambre alguna, no tenía ánimos de nada y así se lo quería hacer saber, pero de sus labios ningún atisbo de palabra emanó en ellos.
Con vacilación, tía May entró a su habitación, para ver qué pasaba. Intentaba controlar la preocupación en su rostro al ver un poco gracias a la luz del pasillo, el estado deplorable en el que su sobrino se encontraba. May dio muestras de buscar el interruptor de luz, pero Peter le frenó, sorprendiéndoles a ambos de la brusquedad en su tono de voz con el que había dado la orden.
— ¿Te sientes bien? —Le preguntó ella, desconociendo a su sobrino por un segundo.
No, quiso decirle en respuesta. No me siento bien en lo absoluto.
Me siento... vacío.
Intentó como pudo de negar sin palabras, meneando la cabeza. Y May, aún parada en el umbral de la puerta, tomó esto como una invitación para acercarse, no soportando ni un segundo más la preocupación en su pecho. Era muy tarde, más de las once de la noche, y su Ben seguía sin aparecerse desde que salió a llevar a Peter a la escuela esta mañana. Ambos, tío y sobrino, habían tenido una fuerte discusión acerca de su futuro, un tema que era de por sí delicado para tratar con Peter, que más que ser sobrino, desde hacía muchos años que ambos le querían y lo protegían de manera protectora, como si fuese su primer y único hijo.
—Estás muy... frío. —Notó ella, una vez puso su delicada y femenina palma en su frente.
Él no dijo nada en respuesta, enfocando su mirada en el rostro de su tía, siendo consciente de que literalmente, podía contar cada pulsación emitida de su corazón.
Bum bum.
Bum bum.
Y el ritmo seguía y seguía. Pero esta vez, de una manera rápida.
Aquello comenzaba a asustarle.
— ¿Qué pasa? —Graznó él, sorprendiéndose de lo ronca que tenía su voz. Sintiendo su garganta muy reseca, dándose cuenta de que la pequeña luz amarilla del pasillo le comenzaba a molestar seriamente la vista.
Ella se apartó un poco de él, evaluándole con la mirada.
—Estás enfermo, eso debe ser. Un resfriado, te prepararé algo caliente.
—No tengo hambre... —Pero aquello sólo hizo que su tía llevara su dedo índice a sus labios en una clara expresión de que no dijera más nada, porque de igual manera le iba a preparar lo que sea que tuviera en mente.
A Peter no le extrañó, por supuesto. En ocasiones, era caso perdido el intentar debatir algo con otra persona que no estaba dispuesta por nada del mundo a cambiar su opinión sobre cualquier cosa, por más mínima que fuera. Y cada vez que defendía alguna de sus creencias, como último recurso ante la falta de argumento de la otra persona, le negaban su derecho a expresarse.
Con un último intercambio de palabras, su tía se fue, y Peter sólo pudo respirar tranquilo una vez la puerta de su habitación estaba nuevamente cerrada. Físicamente, se sentía cómodo recostado, así tal cual se había encontrado desde que había abierto sus ojos. No obstante, le preocupaba el hecho de que algunas partes de su memoria del día de hoy estuviesen de alguna manera... como bloqueadas. Recordaba perfectamente el transcurso del día de hoy, pero luego de haber salido de clases, cada vez que intentaba evocar lo ocurrido para caer en cuenta de cómo fue que regresó a casa, a su habitación, era como si algo fuerte e inexplicable se lo impidiera, y Peter rápidamente comenzó a odiar la sensación.
Observó cómo su teléfono vibraba insistentemente en su buró, molestándole en sobre manera el sonidito que aquello ocasionaba. Lo agarró con fuerza y levantó la tapa, tenía nueve mensajes y cuatro llamadas, dos de ellas pertenecían a sus mejores amigos, una por cada uno de ellos, y el resto de ellas... Santo Dios, apenas registró el número en su memoria, su corazón retumbó con fuerza y ante esto, sentía a sus oídos taparse. Su mano derecha comenzó a fallarle al ver como el nombre de quién pensaba constantemente, aparecía en la pantalla.
Tony Stark.
Peter cerró sus ojos con fuerza, y con la misma fuerte emoción, lanzó el teléfono al otro lado de su habitación, no importándole si éste se terminaba de romper o no. Se sentía desdichado, sumamente fatal, al recordar de improviso como le había fallado. Sentía su cara inundarse de suma vergüenza, de melancolía.
¿Cómo pudo haber dejado plantado a la 
persona más importante para él?
Seguramente era eso, Tony reclamándole por su desaparición, por haberle fallado.
Sólo Dios sabía lo mucho que le había costado para ganarse de manera limpia la amistad de Tony, tener la oportunidad de conocerle al menos un poquito más de lo que la mayoría presumía, conocerle realmente. No divulgando sus secretos como trapitos al sol, como si cualquier persona con mucho dinero le pagara por ello, en búsqueda constante de algún punto débil sobre el primogénito de Howard Stark, futuro heredero al trono del emporio que ha sido construido, manteniéndose y cobrando cada vez más fuerza de generación en generación. No, Peter era mucho más que eso, y francamente no estaba interesado en Tony por sus millones, por su dinero. Sentía un profundo aprecio, una constante necesidad de cariño y lealtad hacia él, y sólo quería estar a su lado en todo momento, cada vez que le necesitara.
Lágrimas surcaron el rostro de Peter al darse cuenta de su error, se imaginaba lo decepcionado que Tony estaría de él, por haber faltado hoy, ya que el chico parecía querer contarle algo importante, buscando algo de apoyo.
¿Y qué hizo él? Pues a saber. No lo recordaba a ciencia cierta.
Y eso definitivamente estaba destrozándole los nervios.
Peter no probó bocado alguno esa noche. Fue consciente de cómo May le dejó el caldo de pollo en la mesita de noche, retirándose no muy convencida, deseándole así las buenas noches. Ante esto, Peter no respondió. Las palabras no le llegaban a su mente, la angustia e incertidumbre golpeaba todo su ser. De manera lejana fue consciente de no estar parpadeando, de no sentir su vista borrosa gracias a esto, de encontrarse incluso, parpadeando a voluntad, porque sabía que así debía hacerlo, pero no porque realmente lo necesitara.
Algo andaba mal. Muy mal con él, y Peter sentía un miedo enorme de averiguarlo, porque intuía que nada bueno de esto podía llegar a ser.
Se encontró a sí mismo soñando despierto, perdiéndose en sus recuerdos más felices e inolvidables. Recordando con fuerza el rostro de sus padres, el cariño y orgullo pintado en sus facciones, sus pequeños logros. Trataba de darse fuerzas, de darse ánimos, algún ancla del cual sostenerse por si las cosas empeoraban. Porque su sentido pesimista así se lo dictaba, y apenas sus ojos vieran la luz del sol, marcando así el comienzo de un nuevo día, juró levantarse de esa cama, juró sacudirse su sentido patético intento de esconderse, para enfrentar lo que sea que estaba viviendo justo ahora.
Se preguntó cuándo Morfeo le visitaría. Anhelaba despejar su mente, que su inconsciencia le poseyera, dándole la bienvenida al mundo de los sueños, aquél mundo en donde cualquier improbabilidad y locura era bienvenida, porque justamente aquél mundo carecía por completo de reglas, desafiando toda lógica, moral y razón.
Peter anhelaba ahora más que nunca ese mundo. Pero a medida que el tiempo pasaba, como si fuesen meros segundos para él, la desesperación logró abrirse a pasos agigantados dentro de su ser. Y cuando el reloj marcó las 6:30 de la mañana, comenzó a sonar el despertador, el habitual instrumento del que había estado más que acostumbrado a ser el único que le sacara de aquél mundo de sueños, aquél mundo ausente que por primera vez en su vida, no logró visitar a tiempo.
Desde luego, no era la primera vez que se trasnochaba. Hubo varias noches en las que literalmente no podía dormir, a causa de trabajos escolares o de sus mismas preocupaciones, crisis emocionales. Sin embargo, recordaba que en cada una de ellas, por lo menos había cerrado sus ojos por veinte minutos, desconectándose brevemente de la realidad.
Pero aquí no. Por esta ocasión, no fue así.
Y lo peor de todo, era que a pesar de que estuviese emocionalmente agotado, sin muchas energías, él mismo sentía la ausencia de sueño en su organismo.
Se estaba comenzando a dar cuenta de sus pensamientos, de cómo su mente le convencía que ya no le era necesario dormir, porque su cuerpo podía trabajar perfectamente sin aquella limitación.
Cuando los primeros rayos de sol se asomaron en su cuarto, iluminando por completo su ventana con una insistencia abismal, fue cuando Peter finalmente pudo reunir la fuerza necesaria para al menos poder sentarse en la cama. Sentía a sus ojos irritarse si se quedaba fijo mirando la luz solar, que daba de lleno en el suelo cerca de la ventana. Su cuerpo se relajó al saber que sólo el calor del sol se limitaría a esa zona, y no a toda la habitación, como desde siempre lo hacía.
Con el corazón a punto de salírsele del pecho, y por la curiosidad natural como futuro científico que poseía, quería hacer un pequeño experimento. Sabía que probablemente aquello era lo más estúpido que cruzara por su mente, pero no perdía nada, estaba solo y de hecho, había gastado cada explicación y teoría durante las pasadas horas.
Peter necesitaba respuestas, y pronto.
Se puso de pie, notando que traía puesta la misma ropa de ayer, sin haberse cambiado. Sentía como su cuerpo era apaleado, notando como parte de su ropa estaba toda sucia y demacrada, con algunos rasguños y jirones. Joder, ¿acaso se había metido en una pelea ayer, y le golpearon tan fuerte la cabeza? Eso probablemente explicaría el por qué no podía recordar mucho del día anterior, ¿verdad? Peter se encontró optimista ante esto.
Sin embargo, cuando tomó el valor de desplazarse hacia la ventana, de impulsar su cuerpo a que le pegara de lleno la luz solar, un grito de tormento salió de sus labios y entre lágrimas, regresó desesperadamente a la oscuridad segura de su habitación.
Fue ahí cuando comenzó a darse cuenta de lo que pasaba. La piel le picaba, le ardía, literalmente sintió estarse quemando bajo la condición natural de una de las estrellas más vitales de su mundo. Del mundo que desde siempre, había conocido y formado parte de él.
Hasta... ¿ahora?
Peter se sentó en el piso, apoyando su espalda en el borde de la cama, aguantando con fuerza unas lágrimas que ya estaba comenzando a desconocer en su rostro. ¿Realmente era su rostro? Realmente... ¿era él?
Con cuidado, evaluó rápidamente los daños causados en su piel. Olía horrible, se sentía horrible, el humo emanando de sus antebrazos, recordando vívidamente como éstos comenzaron a chamuscarse como si fuesen mantequilla bajo la propia sartén, derritiéndose en cuestión de segundos.
¿Qué hubiese pasado si Peter no se hubiese apartado a tiempo? ¿Se derretiría también? ¿Se evaporaría?
Aquello era tan absurdo y risible, que sin mucho ánimo carcajeó ante la situación. Sorprendiéndose también de lo vacía y fuera de lugar que se escuchaba su risa, en vez de tranquilizarle, terminó por derramar la gota de tolerancia en su vaso.
Peter gritó, lloró, destrozó todo cuanto estuvo a su paso en su habitación. Como fielmente quiso hacerlo apenas despertó el día anterior, el día en el que sintió perder el control de su vida, de sus decisiones.
No quiso ni asomarse al espejo porque ya bastante tuvo con el experimento que acababa de realizar, y ya se encontraba temeroso de perder el poco control que tenía sobre sí mismo. Siempre fue una persona cálida, llena de bondad, llena de esperanza. Dichoso del poco amor y admiración de sus seres queridos, de sus amigos. Tímido, sí, pero muy en el fondo deseaba conocer personas que compartieran sus gustos, ampliar sus círculos de amistades, sentirse pleno y seguro de sus acciones, de lo que quería llegar a ser en la vida.
Peter Parker soñaba con varias cosas, algunas más locas e imprudentes que otras, pero nunca dejaba de soñar. Pese a todo lo malo ocurrido en su vida, nunca dejó en ningún momento de ver el lado bueno de las situaciones, de creer que cada persona por muy malvada que fuese en el exterior, en el fondo, una pizca de bondad se ocultara sobre su alma.
Peter Benjamin Parker siempre se aferró a la vida, a lo único que daba por sentado que era completamente suyo, para poder crear y mantener todo lo que tocaran sus manos.
Levantó su mirada al techo, con la cara contorsionada de rabia y dolor, una clase nueva de pensamientos comenzaron a visitarle en su mente y de inmediato comenzó a ignorarlos. Tratando de aferrarse a lo conocido, a su vida. Porque seguía vivo, ¿verdad?
Y si todo esto era un sueño, pues ya estaba creyendo que desde hace mucho había pasado su hora para despertar.
Se llevó las manos a la cabeza, y enterrando su rostro en sus rodillas, comenzó a desahogarse. Una vez que inició, ya no pudo parar.
¿Cómo fue que terminó así? ¿Aquello tendría solución? ¿Acaso había contraído una enfermedad extraña en la piel? ¿Debería contarle a May? ¿O mejor no debería contarle nada en absoluto?
Una parte de sí creía de manera determinada que ya no habría vuelta atrás, a lo que sea que estuviese pasando. Otra parte suya estaba dispuesta a creer que se estaba volviendo loco, que posiblemente todo esto sea alguna jodida broma, que a lo mejor se levantó con el pie izquierdo de la cama y que estaba imaginando (y creyendo) cosas que no son.
Con mucha reticencia, Peter volvió a comprobar lo del sol para comprobar aquella verdad.
Pasó lo mismo. Tuvo que retirar la mano casi al instante porque el calor y la sensación de quemazón era demasiada. Literalmente era eso, sentía a su piel quemarse.
Comenzó a caminar desesperadamente por su habitación, sintiendo la histeria saludarle con cruel satisfacción. Se estaba dando cuenta de su condición, algo recordaba con anterioridad del tema en diversos medios audiovisuales, pero de ser realmente así, pues ciertamente algunos síntomas conocidos no los tenía. No sentía ninguna sed sofocarle la garganta.
Y a medida que pensaba, con mucha confusión e incertidumbre de por medio, se dio cuenta que ya no sabría cómo hacer para... vivir.
Sentía que ya no podía confiar en más nadie, porque estaba consciente de que apenas abriera sus labios, le tacharían como loco. Y cuando su mente con insistencia le arrojaba la posibilidad de que alguien alguna vez le creyera, su sentido común le gritaba que corriera, porque posiblemente aquello podía representar peligro. Una especie de fin, a su... condición.
¿Pero Peter qué podía hacer? Era un niño.
Un adolescente bastante roto y jodido para su edad.
Estaba total y absolutamente, perdido.
No sabía qué otras opciones tenía, si es que llegara a tenerlas. Y supo que a partir de allí, su existencia tendría un rumbo completamente nuevo, desconocido, diferente. A Peter le inquietaba, sorprendiéndose de lo mucho que deseaba morir justo ahora. De aventurarse a lanzarse bajo el sol para comprobar una última cosa, de soportar el dolor para ver si con eso lograba despertarse finalmente de esa pesadilla.
Sin embargo, no pudo. No juntó valor para acercarse de nuevo hacia la ventana, hacia el sol para tal fin. Algo le estaba impidiendo a cometer ese terrible acto de imprudencia, y entonces no supo qué hacer. Como podría vivir a partir de ahora en adelante, si las reglas en su mundo cambiaban.
Y con un último pensamiento en su mente, dándose cuenta de lo sencillo que estaba resultando aborrecerse a sí mismo, sentenció, con mucho dolor:
                                      Soy un monstruo.

Corto Starker fem! -Ambrosia- [Starker Week Latina, prompt #5]

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