Ambrosia
Sinopsis: Dos mujeres, dos amantes que con
el paso del tiempo terminan siempre por re-encontrarse. Y no precisamente para
únicamente amarse. [Fem!Starker MCU, basado en el anime de Kannazuki no Miko]
Disclaimer: Kannazuki No Miko y sus
personajes no me pertenecen. Todo el reconocimiento es para alguien apodado
Kaishaku, la editorial Kadokawa Shoten, y el director del anime, Tetsuya
Yanagisawa. Por lo tanto, nada que reconozcan acá me pertenece, ni gano nada
escribiendo esto. Lo mismo aplica para Los Vengadores, Iron Man, Spider-Man,
ninguno de ellos me pertenece. Simplemente, escribo por diversión. Aunque a
veces me dé mucha flojera hacerlo.
Notas de autora: Bueno, hola :D Había posteado esto en mi cumpleaños, y como llevaba semanas
con esta idea rondando sobre mi cabeza, pues me hice un favor y comencé a
escribirla xD Aquí irónicamente, tuve que desempolvar un poco mi TSU de
Teología, ya verán por qué xD Si leen y entienden el prólogo, yo creo que no
habría problema.
En fin, espero que les guste y comenten qué
les pareció, yay~
En el principio creó Dios los cielos y la
tierra… causando que eventualmente el mundo, junto con sus creaciones
originales, evolucionara a su propio ritmo, y con ello, su consciencia
colectiva no dejaba de cuestionar toda palabra y acción que El Todopoderoso les
había dicho.
El ángel caído, Lucifer, se alzó. Ya que Dios no era
el único que tenía poderes suficientes como para crear seres sobrenaturales,
así que comenzó a crear su propio ejército, aquél que le ayudaría a ganar la
victoria definitiva entre la eterna y conocida lucha que se ha pautado desde
los primeros siete días de la creación del mundo, la diferencia de poder que
existía entre el bien y el mal.
Lucifer empezó a cobrar más fuerza cuando aquella
mujer, Eva, le dio el primer mordisco a la manzana. Lo curioso de este hecho,
pronto lo analizaría más tarde, era que él no tuvo que hacer nada,
absolutamente nada para que Adam
pecara. Fue Eva, la encantadora y dulce Eva, la que logró lo que Lucifer quería
sin tantas artimañas; las palabras de Eva desarmaron la fuerte voluntad de
Adam, aparentemente debido al gran amor que le tenía…
Amor… pronto descubriría que aquello podría ser uno
de los poderes ocultos más grandes que existirían. Porque el amor era
peligroso, el amor era intenso, como un arma de doble filo que era capaz de
sanarte, de darle sentido a tu vida… como también podía destruirte, consumiendo
tu cordura y las ganas de vivir… en las manos equivocadas, era sabido que el
amor podía llegar a ser bastante peligroso.
Cada vez era mayor el número de ángeles que se
rebelaban ante Dios, y siete de ellos, con particulares poderes, cayeron del
cielo. Lucifer tuvo que darles la bienvenida a su reino, no obstante, se decía
que por cada siete seres existía la alta probabilidad que al menos dos de
ellos, fueran espías. Y Lucifer no tenía ni paciencia, ni tiempo para juegos,
así que se prometió maldecir a quién osara burlarse de él dentro de sus propios
dominios.
Estos siete seres celestiales pronto pasaron a
convertirse en Hijos de las Tinieblas, asumiendo cargos importantes que durante
mucho tiempo, se les fueron negados. Y entre todo su caos e imperio, Lucifer
vio que era bueno… pero no era suficiente, su objetivo ahora consistía en
enfocarse hacia las almas humanas.
Por cada alma que moría engañada, cada vez era más
el poder que el Príncipe de este mundo obtendría. Sin embargo, este cuento no
se trata de extender lo sucedido, de la batalla sobrenatural que a día de hoy,
se vive en este tiempo, no.
Esta historia se centra principalmente en dos de los
últimos siete seres que cayeron del cielo, siendo desterradas de aquél lugar.
Aquél par que asumió la enorme responsabilidad de engañar a los humanos por ser
como eran, aquél par que Lucifer maldijo desde lo más recóndito de su ser, por
haber quebrantado las reglas.
Todo había empezado con una misión simple: uno de
ellos sería el Dios del Sol, durante un lapso de tiempo llamado “día”, y apenas
se vislumbrara el ocaso, tiempo que ponía fin a la luz solar de cada día, era
ahí en donde se ponía en marcha la guardia del Dios de la Luna.
Les habían asignado estos cargos principalmente para
poder observar el comportamiento humano, y así poder actuar en consecuencia
sobre él, informando al Príncipe de las Tinieblas y a sus secuaces sobre todas
sus debilidades. Entre cielo y tierra no había nada oculto, porque justamente
era ese par de dioses que se encargaban de la mayor parte de esto.
Sin embargo, cada vez más resultaba complicado
seguir viendo el comportamiento humano sin llegar a contaminarse. El Dios del
Sol pronto se convertiría en una majestuosa diosa, ya que podía cambiar su
forma y género a su voluntad, y cuando vio la intensidad que emitía la mirada
oscura y profunda del dios de la Luna durante aquél primer ocaso en el que
cambió su imagen, notó como su interior se agitaba, dándose cuenta que algo
dentro de sí estaba cambiando.
Al principio había resultado casi imposible, pero a
medida que el tiempo pasaba, la diosa del Sol y la Luna buscaron la manera de
intercambiar experiencias y emociones humanas, de conocerse. Pronto, su misión principal como guardianes dejó de
cobrar la misma importancia que ocupaba en sus vidas. Ya no querían (ni sentían
la necesidad), de informar al Príncipe sobre las debilidades humanas, en vista
de que la Diosa del Sol comenzó rápidamente a desarrollar una profunda empatía
hacia las indefensas criaturas pecadoras de la tierra.
En uno de aquellos arrebatos nocturnos, producto de
la influencia que tenía la Luna, aquél Dios de la noche le confesó con cierto
temor que le amaba, y la Diosa, llena de una increíble calma y alegría, sólo
pudo lanzarse a sus brazos en respuesta, correspondiendo sus sentimientos con
dicho gesto.
Esa misma noche, bajo la luz de las estrellas,
consumaron su amor de la manera más carnal, pura y comprometedora que pudiera
haber. Finalmente conocieron de primera mano lo que era el poder de aquellas
palabras que de memoria y por experiencia de terceros, conocían, pero que nunca
jamás habían dicho y experimentado… hasta ahora.
Y con eso, sabían en lo más profundo de su interior
que aquél acto sagrado posiblemente les costaría la existencia misma: porque se
habían enamorado. Y el amor en sus
corazones era algo que estaba contra las reglas. Lucifer decía que el amor
podía llegar también a ser una de las poderosas armas que Dios pudiera usar en
su contra, únicamente si uno de los integrantes de aquella unión tuviera al
menos, un poco de bondad en su corazón.
Efectivamente, no pudieron engañar al Dios de las
mentiras en su propio reino.
Esa fue la vez en la que Lucifer, al saber la
importancia y poder que la Diosa del Sol y la Luna tenían respectivamente, les
dio a ambas dos opciones: traicionar y aniquilar al otro, o morir sin
sacrificar a nadie y padecer un ciclo de tortura y castigo que duraría durante
toda la eternidad.
La Dios del Sol lloró desconsolada, no queriendo
matar a su igual, no ahora cuando finalmente había conocido el valor y la
importancia de amar, a su lado. Y la Diosa de la Luna, adoptando su nueva forma
y renovada apariencia, se negaba a darle el gusto al Diablo, aquella entidad
perversa que finalmente se había consumado de la esencia de Lucifer,
desfigurándolo por completo.
“Muy bien”, dijo aquél relamiéndose los labios. Sus
caninos afilados tocaban la punta de su viperina lengua con un rastro de
sombría diversión, “si no van a aniquilarse entre ustedes, entonces sellaré su
destino.” Y como consecuencia ante aquella decisión que tuvieron, todo lo que
alguna vez anhelaron junto al otro, se les fue negado.
Sus cargos como vigilantes se les fueron arrebatados. Y aunque en su interior aún emanaban una
parte de sus poderes astrales, Satanás se las arregló para que ambos no
tuvieran los beneficios de antaño. Les despojó de su inmortalidad terrenal,
dejándolos vulnerables hacia cualquier tipo de peligro, a la merced que su
amiga La Muerte les reclamara, como castigo. Con esto ambos fueron el
hazmerreír de los demás dioses y demonios
que habitaban entre la tierra y tinieblas, hasta el último aliento de
sus vidas.
Pasaron los años hasta que un buen día, la Muerte estaba
de pie, con una sonrisa en sus labios, al ver como la diosa antigua del Sol
agonizaba entre los brazos de su amante, siendo testigo de aquella promesa que
les llevaría a su final.
—Si pudiéramos devolver el tiempo… te hubiese
insistido que me mataras en aquél lugar. Ahora míranos… ya estos cuerpos que
fueron nuestros durante mucho tiempo no tienen la misma fuerza. A causa de mi
desobediencia y codicia, te he condenado a una vida sin sentido. —Ella tosió,
temblorosa y con la mirada perdida entre sus recuerdos. La antigua diosa de la
Luna negó con fervor, buscando su palma para poder besarla.
—Escúchame, nada de esto ha sido enteramente culpa
tuya. Fui yo la que nos trajo a la destrucción, ¿recuerdas? Fui yo quién te
propuso a… cruzar nuestros límites, ir mucho más allá.
—Pero no cambiaría nada, ¿sabes? —Continuó aquella,
con una sonrisa rota mientras las lágrimas rondaban por su rostro; cada vez más
le costaba respirar. —Creo que el vivir como humana me ha hecho replantearme
las cosas. S-si se pudiera devolver el tiempo, entonces yo… —Su dulce voz se
fue desvaneciendo, y la ex-diosa del Sol jamás pudo terminar su oración.
Al ver esto, algo dentro del alma de la antigua
diosa de la Luna se quebró. ¿Se podía morir a causa de un corazón roto?
La Muerte fue considerada por esta ocasión,
otorgándole unos pocos segundos para que se despidieran. Cuando aquél breve
lapso de tiempo pasó, y Hades le confirmara que su alma comenzó a vagar por el
Inframundo, procedió a retirarse.
—Espera. —Llamó la mortal, con una tristeza palpable
en su voz. —Negocia conmigo.
La Muerte ante esto sólo pudo enarcar ambas cejas.
—No tienes nada para ofrecerme.
—Oh, te sorprenderías…
Y en efecto, la Muerte se sorprendió.
II.
El ciclo de sus vidas se reinició. Aunque no por
completo, ya que Lucifer fue muy preciso a la hora de maldecirles y sería una
cruz que cargarían hasta el final de su existencia.
Nacen, crecen, eventualmente se conocen, luego se
enamoran, pasar a consumir su amor… y si ninguno de los dos mata al otro,
entonces olvidarían todo y el ciclo volvería a empezar, sin tregua alguna.
No importaba el tiempo, no importaba el lugar ni las
circunstancias. Ni siquiera a estas alturas importaba el género: ambas
entidades estaban destinadas a encontrarse.
Hubo ocasiones, pocas de ellas, en las que
estuvieron a punto de terminar con su sufrimiento, de una vez por todas.
Vivieron infinidades de vidas pasadas, en diferentes épocas… y las
probabilidades de éxito cada vez fueron más desalentadoras, pues por ironía o
crueldad del destino, recordaban detalles de su vida cruciales muy tarde. Y
cuando uno de los dos moría sin haber cumplido con su propósito, el ciclo
nuevamente comenzaba.
Y esta vez, está fijado en las vidas adolescentes de
Antonella Stanner y Piera Park. Ya se habían encontrado en esta vida, y sólo
era cuestión de tiempo para que sus verdaderos poderes despertaran.
¿Lograrán,
al menos una de ellas, acabar
con su maldición de una vez por todas?
¿O
estarían atrapadas dentro de este ciclo maldito durante toda la eternidad?